La procesión de la Virgen del Rosario revivió la Leyenda Vallenata en el Festival
También se realizó la consagración de los indígenas a la Virgen.
Durante el Festival de la Leyenda Vallenata se vivió este lunes una de sus tradiciones más arraigadas al folclor que es la misa y procesión de la Virgen de Nuestra Señora del Rosario y la consagración de los indígenas en el centro de Valledupar.
La tradición cultural de la Leyenda Vallenata, este lunes 29 de abril, cumplió 444 años en Valledupar.
Jesualdo Suárez Camarillo, cacique de la congregación la Virgen del Rosario, expresó durante la misa en la Catedral que esta tradición está más viva que nunca por el semillero que jóvenes que están dispuestos a preservarla por ser parte del nacimiento del Festival Vallenato.
“Esta actividad es el patrimonio cultural del pueblo vallenato, la leyenda vallenata nació aquí y la hemos mantenido viva durante 444 años”, destacó el cacique.
Cientos de indígenas de varias etnias del Caribe acompañaron la procesión ataviados con sus atuendos originales y rezando a la Virgen del Rosario pidiendo por su salud y buenas cosechas.
El recorrido de Las Cargas iniciará esta tarde desde la carrera 14, pasando por la carrera octava, luego bajarán por la calle 17, tomarán la carrera novena y continuará el recorrido por la carrera 13ª hasta llegar nuevamente hasta la carrera octava desde las 4 p.m.
La historia de la Leyenda Vallenata
Cuenta la leyenda narrada en el libro de Leonor Dangond Castro titulado ‘Raíces vallenatas’ que, en 1576, la nación de los indios tupe se rebeló contra los españoles porque la esposa de don García Gutiérrez de Mendoza, en un ataque de celos, le había cortado el cabello y azotado a la india Francisca, sirvienta del hogar, lo cual era gran ofensa para los indios.
El indio tupe Antoñuelo, que era su paje, desapareció del hato e informó del agravio al cacique Tupe Blanco, quien con su capitán Panocha convocó a sus parcialidades, la de Coropomeima y la del chimila Curunaima, asaltaron el hato y mataron a los españoles.
Luego fueron a la ciudad y trataron de incendiar el convento, pero la iglesia ni el lugar se encendieron, hecho que atribuían a una ‘Guaricha’ (como denominaban los indios a la Virgen María, en este caso la Virgen del Rosario) que apartaba con su manto las flechas que lanzaban. Los indios se retiraron temerosos de la visión hacia las sabanas de Sicarare.
Los españoles, dirigidos por el capitán Antonio Suárez de Flores, siguieron a los indios hasta la laguna del Sicarare (de agua dulce) que había sido envenenada por los nativos con barbasco, de tal suerte que cuando los españoles llegaron sedientos a beber de la laguna, caían muertos. Entonces se dice que los indios vieron pasearse a la Guaricha que levantaba a los españoles y los resucitaba, lo cual les dio mucho miedo, y fueron muertos o aprisionados.
Después, el gobernador de Santa Marta, Lope de Orozco, salió contra los chimilas apresando y dando muerte al cacique Coropomeima, al cacique Blanco, al capitán Panocha, a la india Francisca y a su marido Gregorio. A raíz de estas muertes, se unieron los indios para atacar ferozmente la ciudad, de tal forma que hubo de llevar a cabo una segunda conquista española.
Este hecho es escenificado a lo largo de los años en la Plaza Alfonso López para recordar el milagro de la Virgen del Rosario.